Deslizarme y caer por el tobogán de tus pupilas hasta el primer pestañeo.

Guarecer mis labios de buganvilla en el latido de la hiedra de tu cuello.

Apretar mis dedos trenzados en los tuyos, trizando el hielo.

Soñar, soñar despiertos:

que el cielo es una gasa trasparente, desnudo, sin misterios.

Bailarte hasta encender las baldas del deseo.

Para que tú te fundas en mí y conviertas en espuma mi cuerpo.

Amar, desear, arder y morir; lo único, lo auténtico.