Viajar a tus manos desde este rojo sol entre nubes enfadadas.

Cerrar la mirada y dejar que las pestañas deseen sombrear este atardecer que languidece con una pereza extrema.

El tiempo dobla a la variable distancia, laxa, como esta tarde interminable.

Este amarillento cielo, tenue, suaviza los minutos lentos y entibia tu recuerdo.

Mientras, la tarde se calma y traza una brecha blanca, como un zarpazo modesto, una línea que divide dos mundos, dos universos.

Abrir y cerrar los ojos como si fueran persianas, como si con ese gesto se olvidase lo que el cielo dibuja con su mirada.