Se abre la noche los botones de angustia, persevera tu latido en mis sienes.
No te vas, te conviertes en un rastro indeleble, en perpetuo estallido, en la hoguera más lenta, en la lluvia más fuerte, en meta y salida frecuente, en palabras con trazos robustos.
Un poema que una ola arrastra insistente a la orilla.
Eres voz y su eco inmediato, eres pulso en mis pasos.
Es invierno y este gris errático y húmedo me repite, como en un pentagrama una nota tras otra, que en mí siempre vives.
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