​Te escribo y son mis versos senderos; tierra caliente que te dejo a cada paso, como respuesta al rastro de tu aliento quejoso y fatigado.
Repaso tu frente en el sueño de las yemas de mis dedos y te dibujo pequeños trazos; agua serena de la infatigable fuente de mis manos.
Letras conformando palabras y conjugando verbos se reflejan, en el prisma sereno de tu mirada, y emigran de mis iris.
Y en tus manos te he escrito mil secretos que le confieso a mi almohada. Ellas sabrán que vuelo me sostiene más alta.
Escribo con la tinta de la noche que fluye por mis venas y emerge mi latido inconsistente en el pulso de tu nombre.
Navegas en mí, hacia mí, con la fuerza centrípeta de mi pasión y me arrastras en un círculo infinito.
Te dejo un poema en la lengua y firmo una tregua, un instante de sosiego que calme la sed de estos besos errantes que buscan tu hueco.