En mi cuerpo florece la flor del almendro, y mis labios son tus suaves pétalos de febrero.
Una hilera de besos rosas te extiendo y, como un dosel, las sábanas izan su vuelo.
En tu espalda dibujo herbáceos versos, caricias diluidas donde, lenta, mi ensenada navega y en tu playas derrama su espuma.
De flor y de mar te embriago, regalándote la luz de la rosácea aurora antes de que te llame el sueño.
Mientras la ciudad palpita con su urgencia y su invierno, yo derrito, con el fuego titilando en mis pupilas, tu cielo.