Escríbeme en los copos de la nieve,

cuéntales el frío que se siente en la distancia.

Háblales del tacto de rocío de la ausencia de mis labios,

del calor que aguardan mis manos

escondiendo mis caricias en los bolsillos.

Confía en ellas.

Ellas me han visto extrañarte esta mañana

y deslizar los dedos por el gélido cristal,

conteniendo este deseo de sesgar la distancia

Y pulverizar el tiempo.

Caían densos y pálidos los copos,

con un peso que se hundía

en mis costados.

Mis ojos contemplaban

los pedazos de nieve

como una inmensa carta,

en blanco, rajada y repartida.

Desde la ventana, esta mañana fría,

me ha llegado un correo

sin papel y sin tinta.

Esos copos de nieve, ateridos,

me gritan.

Y tras el cristal leo,

a escondidas, tu carta,

mientras mis ojos lloran

y mi alma tirita.