Es el trazo de tus labios

la línea en lontananza

que dibuja mi deseo.

Más allá de lo tangible

mi mirada lo captura.

Son los leves surcos,

nervaduras suplicantes,

premonitorios sueños.

Y yacen semiabiertos

desnudos, expectantes 

al encuentro.

Pero, los admiro 

y no los beso.

Reservo, me recreo

y espero.

Entonces,

brota alguna palabra,

quizás un requiebro

y cierro mis ojos y

escucho la primera pieza

del concierto.

Solo entonces,

es cuando me atrevo

a rozar con los míos

aquellos hermosos

pedazos de firmamento.