Apágame y extiende un estor de un llano de agosto seco.
Amainame el pulso
para que el latido de mi tinta no forme un coágulo de impulsos.
Colapsa mi respiración y véndame los ojos.
Tapa mis oídos y, aún así, seguiré sintiendo:
veredas donde no hubo huellas,
torrentes donde no hubo cauces,
música en este silencio marchito de ausencias,
seda en la estraza
y azul en el lodo.
¡Que me apagues, te digo!
Ciérrame ya los ojos.
Aunque solo me quede el olor a la tierra mojada,
a la lavanda y al jazmín que nos sembramos.
Quédate ahí si tú quieres izar la bandera blanca.
Pero a mí…,
a mí déjame que arda.
23 marzo, 2017 at 9:34 am
Azul en el lodo…
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23 marzo, 2017 at 5:51 pm
Me encanta, la poesía desentrañada entre tus versos.
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