(Fotografía de Manuel Barragán)
¿Qué hacer con todo ese dolor?
¿Cómo repararte?
¿Cómo desmembrar cada minúscula fibra que te araña?
Rasgaría los segundos que te están marcando a fuego,
reptaría por el lodo insondable,
acanalaría el cielo
buscando una hebra de luz
para templar tu frente que tirita.
Porque, ¿sabes, mi vida?
esos posos de dolor
que en ti transitan
me atraviesan como dagas
la garganta,
y se erigen soberbios e indemnes.
Atacar sola
a ese terrible ejército que te hiere, querría,
enseñarle los dientes apretados,
con nuestras manos asidas,
con nuestras pupilas
encendidas como antorchas.
Combatir cada noche
una tormenta
hasta que llegue ese día
que sientas que
tienes los dedos ligeros como la harina,
Y, de nuevo, tu mirada será
como una avenida;
ancha somera.
Hasta entonces,
aquí me tienes,
como un perro guardián,
sin ladrar, pero,
mientras tanto, tu dolor
en mis ojos silenciosos
está pegando voces.
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