Nos desaprendemos, sí,
nos desaprendemos,
y gestionamos la alquimia
de desproporciones.
Nos miramos con los dorsos
de las manos
ateridos de distancia.
Nos desaprendemos
con la torpeza de un relámpago iracundo,
electrizando el paso de nosotros y arrastrando un
lastre confundido.
Nos desaprendemos,
solo, porque tú quieres
abandonar el timón
y tropezar con la nieve.
Y, así, me desaprendes
y me dejas marchita
en esta primavera amarilla
que aún me envuelve.
Y cierras a mis ojos
el tul de tu sonrisa,
antes, tan claro e infinito…
Pero te estás marchando
cuando yo aún sigo viva
repleta de caricias.
Nos desaprendemos la savia,
la piel, las risas…
Nos desaprendemos todo,
y me dejas, herida de nostalgia, como un otoño pardo
de cáscaras vacías.
26 abril, 2017 at 5:58 pm
Magnífico, y verdadero.
Me gustaLe gusta a 1 persona
26 abril, 2017 at 6:01 pm
Muchas gracias, Álvaro
Me gustaLe gusta a 1 persona
30 junio, 2017 at 8:03 am
Es un relato que gusta de mis ojos, porque sin saberlo ingresè a leer y me encontrè con algo que sedujo mi atención. Es un estilo del que gusto leer y escribir. La nostalgia y la transposición de sentimiento, provoca en el escritor/lector un doble desafío. Uno de ellos es abrir su corazón, y el otro es esperar a ver cuántos se atreven a decir «tu latido se identifica con el mío».
Al menos esa es mi recepción, al leerte, Charo. Un gran abrazo
Me gustaLe gusta a 1 persona
30 junio, 2017 at 8:11 am
Pues has conectado conmigo. Mil gracias y un abrazo hasta Argentina.
Me gustaMe gusta