Me miraste a los versos fijamente,
diluiste el empeño de las calles desiertas.
Con un dedo en tus labios
la súplica de silencio
quebró el adverbio.
Y no fue aquí ni cerca
donde mi piel te exigió tiempo.
Son las líneas que te escribo
caricias subversivas.
Así que, no me mires a los versos, te lo advierto.
Se romperá la secuencia
de tus besos
y los minutos nos arañarán la espalda.
Tú eliges si te atreves a mirarlos y atraviesas el espejo donde guardo mi diario.
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