Hay tardes, como esta,
que caen como un guijarro al agua.
Hundida y muda bosteza.
No se hará, la palabra, sonido.
Alarga sus perezosos dedos
y escribe en la niebla.
Incomprensibles pisan hondo los minutos.
Las hojas que se arquean
exigen lacerantes símbolos.
La bruma de tus ojos
pierde el rumbo
y se alarga el sonido del mar.
¿Por qué no nos quitamos
los relojes?
La estación ya no espera,
los trenes desesperan
y aún llevamos en mayo jersey.
No te lo he dicho aún,
pero extraño ser la llama
que se extinga entre tus brazos.
Ya sé que soy intensa,
protesta la tarde
ante mi quejumbre.
Sé que te irás
y estoy viendo
las hojas del árbol pasar
como un triste presagio.
Y te habrás marchado
dejando una estela,
en un cielo herido de recuerdos.
3 junio, 2017 at 12:47 pm
Muy buen poema. Magnífica esa imagen que dejas al final (me refiero a la de los últimos versos).
Saluditos. 😉
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3 junio, 2017 at 4:19 pm
Muchas gracias. Nos leemos.
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