Vacías, rotas

están mis manos.

Huérfanas de ti,

por ti.

Llueve el polen

de unas tristes margaritas

como un diminuto polvo

de calendario.

Allí, en la oquedad 

de su tristeza

albergan caricias caducadas,

paseos estériles

y entregas vanas.

Mis dedos:

inútiles extremos,

soldados desertados,

feligreses sin alma,

comensales de una mesa

donde no se sirve nada.

Solo hay algo

que aún me salva;

escribir un poema.

para librar mis manos

de sus penas.