(Hay veces que tememos marcharnos y ver una luz blanca, cuando es peor quedarnos, pero sin luz)
Yo, que te bailé de puntillas
para no estropear la belleza
de nuestro silencio.
Yo, que me dediqué
a alimentar incendios
para apagar la tormenta
de glaciares que rodeaba
tu guarida.
Hoy; me rindo,
me he cansado de luchar
contra este insomnio
de costumbres empolvadas.
Grito una nota de silencio
en este pentagrama
al que ya le están temblando
sus cinco cuerdas.
Y te pierdes, sí,
en un vaho espeso
de una gruta congelada.
Ni siquiera alcanzo
a ver tus huellas,
porque ya no pisas; vuelas.
Y yo, aquí, despierta,
mirando mariposas
dentro de esta noche negra.
Al menos, mi amor,
conviértete en luciérnaga.
7 septiembre, 2017 at 1:25 pm
Precioso, Charo. Cómo cuesta a veces decir adiós, aunque sepamos que no da para más… Un abrazo.
Me gustaLe gusta a 1 persona