(Hay veces que tememos marcharnos y ver una luz blanca, cuando es peor quedarnos, pero sin luz)

 

Yo, que te bailé de puntillas

para no estropear la belleza

de nuestro silencio.

Yo, que me dediqué

a alimentar incendios

para apagar la tormenta

de glaciares que rodeaba

tu guarida.

Hoy; me rindo,

me he cansado de luchar

contra este insomnio

de costumbres empolvadas.

Grito una nota de silencio

en este pentagrama

al que ya le están temblando

sus cinco cuerdas.

Y te pierdes, sí,

en un vaho espeso

de una gruta congelada.

Ni siquiera alcanzo

a ver tus huellas,

porque ya no pisas; vuelas.

Y yo, aquí, despierta,

mirando mariposas

dentro de esta noche negra.

Al menos, mi amor,

conviértete en luciérnaga.

Luciérnaga