Prendería el último verso,

si no fuera porque temo 

quemarme.

Arde la tinta en mí,

abrupta como un precipicio.

Mi rúbrica escribe un nombre

lanzando un dado con tus letras.

No es el azar ni el destino; es:

este amor con ligamentos a mis

huesos,

esta canción que repite tu 

estribillo,

este bocado de tu carne

que alimenta mi lujuria,

esta jaula que encierra tu

 perfume.

No hay fuego,

solo humo.