Tenía los labios como párpados cerrados.
No supo mirarme ni regalarme un rictus.
Sondeo las llanuras abisales,
no hay profundidad más cruel.
Una fractura profunda
desplaza dos fallas deslizantes.
Dos pedazos de carne desgarrada
tiemblan en las fauces de la fiera más hambrienta.
Tirita la luz en la farola
que hay frente a mi ventana.
Hoy tampoco me nutrirán
‎sus palabras.
‎Se apaga de nuevo la luz.
‎Hasta mañana.