Ayer se fue.
En momentos de umbría fue luz, en Navidades de soledad fueron sus dulces. Cuando nadie vino, acudió él.
Él fue la memoria para documentar mi novela con anécdotas de aquella época.
Hubo un cruce cibernético de versos hasta que se le cansaron los sueños y los huesos.
Hoy, tengo varios lutos puestos y pesan. Hoy no escribo ficción, hoy me arranco la piel a tiras y escribo en ella. Porque a veces el dolor anida en capas concéntricas y le gusta acurrucarse uno encima de otro.

DUELO

Detrás de las costillas
se inflama el dolor
como una bestia.

Alarga su brazo.
Ahoga, ahoga, ahoga.

No hay miserable rincón
que se salve
de este vómito de petróleo helado.

Los huesos de mimbre,
en cada pulso,
cuando suena
como una campana.

Toca más de un difunto
se diluyen en mi llanto
sus flores de azafrán.

Débiles y trémulos mis dedos
buscan la llave
para encerrar la tinta.

Párpados y labios fríos
cuando la astenia
dibuja flores secas
en el pasillo.

Un túnel me conduce
a un lugar
donde no caben mis manos.

 

dolor de mujer