Me persigue la ceniza,
ese minúsculo polvo que se quema en el camino.
Pálidos pasos de aquello que se extingue,
suave caricia del recuerdo
cuando el empeño en la bondad se antepone al rencor.
Una pluma o un tallo herbáceo sujeta todo el peso,
mientras respiro la densidad
que dibuja cúmulonimbos.
Soy un charco inmenso sin orillas;
prohibido arribar más barcos de papel.