Merecerán la pena
los minutos transgredidos,
el sol cubierto,
el cielo obnubilado y
la niebla.
Merecerá la pena
si, entre tantos recuerdos,
tu mirada
despunta como un brote verde
sobre la áspera piedra.
Merecerá la pena
el minimalismo extremo
al cual nos aferramos
como dos desahuciados.
Entonces, cuando grites,
seguro de que el agua vive aún en nuestras bocas,
recuerda que, aunque un solo segundo sea nombrado heredero clandestino de mi amor en tu memoria,
habrá merecido la pena.
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