​Si me perdiera en algún sitio,

si mi memoria claudicara y me soltase de la mano en algún parque,

si a mis ojos, ya cansados de leer, un «abajo el telón» los cegase,

si a mis manos, el temblor y la torpeza, las llamaran…

Podría resistir los embates de la vida, el hastío al despertarme y la lánguida constancia de las horas y minutos si, de vez en cuando, tú me abrazaras.

Si bajas el puente levadizo que me cruza a refugiarme en tu noble fortaleza,

si me protegen las almenas de tu cuerpo…

Porque si me aprietan tus murallas, ¡que más me da si el resto es incierto!

Me será indiferente si sucumben los árboles o si los caminos se borran del mapa.

Mi brújula es el latido de tu pecho; y tus brazos, rodeando mi cintura, mi refugio.

Lo demás, superficial, periférico; rocas salpicadas, grava, arena minúscula, y más allá; bruma.